En el negocio del catering tan pronto encontramos algo que nos recuerda a una cadena de montaje de automóviles como al ballet Bolshoi. Es innegable la confluencia de fordismo y transmisión de emociones, de técnica mecanicista y factor humano.
Todo, claro, comienza mucho antes –puede que meses– de la puesta en escena, de la materialización de la idea. Un cliente, el que sea (una empresa, un particular…), pide algo, cualquier servicio (una presentación, una boda, un banquete) y la maquinaria interna del catering comienza a programar las opciones y su oferta, habitualmente para afrontar algo que ya han realizado antes, pero con tantos matices que podría pasar por nuevo. “La relación con el cliente se intensifica conforme se acerca la fecha del evento”, señala el director de operaciones del Catering de Paco Roncero (o Catering Casino de Madrid si el servicio se presta en sus instalaciones): “Son eventos importantes en los que se invierten dinero y expectativas: es normal que exista un gran interés en todos los detalles”. En la planificación a largo plazo entran aspectos como la gestión de la central de compras o la elección de proveedores.
Los invitados comienzan a aparecer, trasladados desde distintas ubicaciones, y las cocinas trabajan ya a pleno rendimiento. El servicio de sala se despliega con más o menos dificultad, según las características de cada espacio. Es un entorno tan controlado que la inmensa maquinaria humana, cuyo fin último es la satisfacción de los comensales, pasa prácticamente desapercibida. Se sirven las bebidas y los canapés; se pasa a los comedores, se cena… Todo el mundo disfruta.
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